Post excusa desde la tercera línea
Publicado por J. en 12/30/2008 04:01:00 p. m.No deja de asombrarme el ser humano con su capacidad de imitarse a sí mismo. Aristóteles estaría profundamente orgulloso de nosotros. En unas horas y como un ritual vírico, millones de personas saldrán a la calle a celebrar la entrada de un nuevo año. Yo debería estar entre ellos, pero eso aún está por decidir.
Decidido.
Feliz año a casi todos.
Hoc non pereo habebo fortior me
Publicado por J. en 12/29/2008 05:37:00 p. m.
Hace unos días estuve en Murcia y aproveché mi mañana libre para visitar la ciudad en la que me convertí en un hombrecico (sí, lo sé, quizá es exagerado, pero es que yo no hice la mili). En cuanto puse un pie fuera del bus comprendí que todo había cambiado. La ciudad me miraba de manera extraña, sin saber muy bien qué decirme, como uno de esos amigos a los que llevas años sin ver y que, incómodo, no sabe escapar del "¿Qué tal va todo?", balbuceando, totalmente perdido hasta exhalar con alivio un "Me alegro de verte; a ver si quedamos un día y nos contamos".
Caminé durante más de tres horas por la Gran Vía, las calles peatonales del casco viejo (Trapería sigue haciéndome sonreír), los aledaños de la Facultad de Letras... Casi podía ver sobre el suelo las marcas de mis pies dejadas años atrás, como en una de esas pelis de rastreadores por bosques nevados. Pero esta vez yo era el rastreador y el rastreado. Perseguí uno por uno mis recuerdos, apostándome en cada esquina para emboscarlos antes de que supieran que andaba tras de ellos. A algunos les dí caza en un bar: Juan, la ginebra con martini, las empanadillas con ensaladilla, el zumo de naranja con tortilla de patata, los periódicos de ayer (siempre de ayer) apilados al final de la barra, junto a las carpetas de los estudiantes, y esa música espantosa de radiofórmula que suena siempre a lo mismo. A otros los sorprendí en Santo Domingo: niños que corren como endemoniados unos tras otros mientras sus padres los desobservan sentados en los bancos de madera, junto a las joyerías de lujo embutidas entre terracitas de heladerías, inexplicablemente ajenos a los músicos de verdad que, venidos del este, tocan música de verdad tras un cartel que reza el manido "bodas, bautizos y comuniones"...
Todos esos jirones de mi memoria se me quedaban mirando cuando, sorprendidos, advertían el puntito rojo de mi mira láser sobre ellos. Ninguno pareció reconocerme, así que no tuve problemas de conciencia a la hora de apretar el gatillo. Decidí dejar para el final a los más peligrosos. Caminé sin prisa entre la gente, mirando al suelo, concentrado, obligándome a no pensar mientras repetía una y otra vez la letra de la canción que tiraba de mi alma desde mis oídos convirtiendo mis auriculares en agujeros negros celestiales, la canción que me desangraba a cada paso...
"Llueve en el canal, la corriente enseña el camino hacia el mar...
Todos duermen ya...
Dejarse llevar suena demasiado bien...
Jugar al azar...
Nunca saber donde puedes terminar...
O empezar"
Al fin, volví a verlos. Durante unos segundos, me detuve junto a la puerta de la librería que hay en los soportales. Allí estaban, como si no hubiera pasado ni un sólo día desde aquella noche. Un par de mis recuerdos se habían quedado todos estos años paseando junto a la catedral, entre cafés y chocolate caliente. Cuando los vi cogidos de la mano, prometiéndose la vida mientras se miraban a los ojos, no tuve otra que volver a ponerle la tapa a la mira de mi fusil.
Supongo que hay cosas que están destinadas a vivir para siempre.
El metapost
Publicado por J. en 12/24/2008 07:24:00 p. m.
Paz, amor y salud para el nuevo año.
Klaatu barada nikto
Publicado por J. en 12/12/2008 07:54:00 p. m.
Las cosas de antes: Episodio 1.
Publicado por J. en 12/11/2008 05:13:00 p. m.
Tengo 34 años. Crecí jugando en la calle. Simplemente abría la puerta de mi casa, bajaba a la "placeta" y mis amigos estaban allí. Bebíamos del mismo grifo en una de esas fuentes públicas, y algunos hasta chupaban de él como de una pajita cuando, habitualmente en verano, sufríamos los cortes de agua tan comunes en el sur de España en las zonas turísticas. Comíamos plastilina y plastidecor en los colegios como si nos fuera la vida en ello, y no habríamos cambiado nuestros Phoskitos y nuestros polos de bolsa (el flash de cocacola era lo máximo) por ningún Actimel del mundo. En los recreos, jugamos al burro (churro, mediamanga, mangotero) mientras los profesores echaban un cigarrito en sus despachos. Viajaba con toda la familia en el Seat 127 azul marino de mi padre, sin cinturón de seguridad, airbag, ABS o GPS, por carreteras mal asfaltadas y casi sin señalizar. A la primera chica que me gustó, simplemente la cogí de la mano y la miré a los ojos. No necesité sms, ni emoticonos, ni messenger, ni ;). Cada verano era infinito, como infinita la espera de dos horas de digestión hasta meternos en el agua. Pescábamos pulpos en playas con arena de verdad que nuestras madres cocinaban en asados perfectos, y no sabíamos lo que era una crema de protección solar de factor 15. Fabricábamos flechas con cañas y chapas aplastadas en la punta y arcos con ramas de palmeras; eso cuando no nos abríamos la cabeza los unos a los otros con los tirachinas compuestos del cuello de una botella de plástico con un globo en el gollete.
No supimos lo que era una pornstar hasta que debimos saberlo, y como no teníamos teléfono móvil, nuestros padres no tenían manera de localizarnos durante horas y horas; aún así, nadie se preocupaba en exceso, porque simplemente estábamos en la calle, jugando. Aprendimos a contar con el Conde Draco y nuestro reloj calculadora nos convertía en los más chulos del barrio por unas horas. Y aunque en ocasiones no entendíamos demasiado bien lo que hacían Pedro Reyes, Alaska o Pablo Carbonell, La bola de cristal nos impregnó para siempre de su espíritu cretivo, libertario y transgresor. Después vinieron los helados en la Venezia y las hamburguesas "especiales" en el Bruselas. Pero eso... eso ya es otra historia.
Supongo que me hago viejo.
J. el Pitoniso
Publicado por J. en 12/04/2008 05:50:00 p. m.
Espacio publicitario.
Pitoniso J. presta (lo de presta, claro está, es un eufemismo) sus servicios de clarividencia al mejor postor. Abstenerse optimistas.
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