Óxido Cardíaco

Imagen de aquí
"Cuando era pequeña sólo deseaba una cosa: crecer. Quería que sucediera deprisa, pero ahora no sé para qué ha servido todo esto. No sé para qué. Hacerme mayor. El futuro es... es como una sala de espera, como una gran estación con bancos y corrientes de aire, y detrás de los cristales un montón de gente que pasa corriendo, sin verme. Tienen prisa. Cogen trenes, o taxis. Tienen un sitio a donde ir, alguien con quien encontrarse. Y yo me quedo sentada, esperando."

Es como en esa peli, La chica del puente, aunque aún no estoy seguro de cuál de nosotros dos es Vanessa Paradis. Dos desnortados, tarados para la vida moderna, perfectos minusválidos sociales, outsiders vocacionales a falta de otra cosa mejor que hacer. Hace unos años, en los albores de esta bitácora, le dediqué una entrada mientras escuchaba su canción sobre Gwen Stacy, y el sábado pasado, ya de domingo, me devolvió el golpe con cortesía. No podía dejar pasar la ocasión de compartirlo con vosotros como muestra de agradecimiento a quien tanto quiero:



Escuela
Nos convertimos en piedra porque tanta inactividad nos hace pequeños. Las mesas verdes y la chaqueta punk están tan lejos que apenas podemos verla. Los poemas y las canciones tienen sentido cuando miras dentro, cuando vuelves a los diecisiete años. Pero todo eso queda muy lejos. El espejo te devuelve alguien que no conoces, un extraño, un tipo serio que no te gusta, porque no es quien debería ser. No es Tom Waits ni P.J. Harvey en masculino. No es Lou Reed ni Black Francis justo después de componer “Monkey gone to heaven”. El autobús continúa girando y cuando Wynona Ryder dice: “No lo sé” al principio de “Reality bites”, Troy vende chocolatinas y el mundo le debe una, porque se pasaba la tarde leyendo y nosotros también. Leíamos poemas y éramos gigantescos en nuestra absurda idea de sentirnos altos y firmes, perversamente serios entre metáforas imposibles.

¿Cúal fue el momento exacto? ¿En qué preciso instante debimos haber crecido para convertirnos en antiguos jipis que dirigen con mano de hierro empresas de alimentación? ¿Hasta cuando seguiremos pensando en ello? ¿Tú que dices? Tú. Exactamente tú. Tan ciego y extraño como yo. Tan perverso y loco. Que te tomas todo tan serio. Qué no te permites ser mediocre en lo que te buscas, en lo que ya haces bien, en lo que amas como un desalmado.

Dentro de unos años los dos seremos ceniza. Al menos yo, que recorro todos los días la misma carretera sin saber muy bien por qué. Quizá antes de lo esperado porque todo lo importante se vuelve pequeño comparado con las manchas solares que ya estaban ahí en el Pleistoceno. Ella no te eligió por haber leído el poema. Creo que ni siquiera sabe de aquello. A mí tampoco me recuerda leyéndolo y desapareceré entre ideas confusas.

La chica dijo: “Basta”- cansada de ese aire digno que presentía en esos bares que frecuento. Debí parecerle frío, por eso me dejó escribir mensajes encriptados. Ella no tenía el decodificador de los nazis, Bletchely Park, Marshall, Park. Por eso, las cinco y media son un buen momento. No dormiré tranquilo esta noche. Apenas quedan dos horas para amanecer y lo espero con la clarividencia de los programas de madrugada. Presintiendo el futuro, como un timador barato, inventando todo lo que no sé.