Who watches the Watchmen?

Ahora va a resultar que algún iluminado se ha empezado a empercatar de que el gobierno de la nación (de la de ahora) utiliza un sistema de escucha telefónica sin prestar mucha atención a lo que debería ser el derecho civil y la privacidad individual y ciudadana. Y yo, que soy malpensante por naturaleza, me pregunto para qué leches compra un gobierno de la nación (de la de antes) un artilugio como SITEL si no es para escuchar de manera sibilina lo que se dice en corrillos y a sotto voce. Que sí, que lo maligno no es el aparato en cuestión, sino quienes lo manejan, pero cuando a los mandos está la clase política de la nación (de ésta, la de ahora y la de antes) la garantía de un uso ético de semejante cotilla electrónico vale lo que un pagaré a dos años de un constructor de la especie de los leonados, como los buitres.

Los gobiernos de las naciones (de ésta, de las otras, de las de ahora y de las de antes) han utilizado desde siempre sistemas de escucha telefónica, rastreo de correos electrónicos y hasta habrán cacheado a alguna paloma mensajera con cara de sospechosa en aras de la seguridad general, y con ese mismo propósito, han mantenido en secreto sus métodos hasta que ellos han decidido hacerlos públicos, lo que indefectiblemente conduce a la conclusión de que al final sólo sabemos lo que los hombres de negro quieren que sepamos. Por si acaso, y con el fin de contribuir poniendo mi granito de arena en esta psicosis conspiranoica, yo ya he chequeado si tengo el móvil pinchado siguiendo las instrucciones que publicó la revista Época el pasado mes de julio. Marcas *#06# y si te sale el número de serie del aparato es que nadie se ha interesado por tu miserable vida. Aunque igual todo es una estrategia para que el móvil quede desprotegido una vez marcada la secuencia en cuestión, o peor aún, autopinchado y con envío automático de la conversación a la redacción de Sálvame, donde pequeños aprendices de Karmele salivan escuchándote decirle a tu madre que lo del forúnculo en el culo va mucho mejor que antesdeayer.

Y tú, ¿de verdad no vas a marcar la maldita secuencia?

(Como siga así, acabaré escribiendo la séptima temporada de LOST del tirón)

Yo te entiendo

Querido José Ramón Julio (me permito tutearte):

No podía dejar pasar la ocasión de dedicarte una entrada en este mísero blog, que se hace grande sólo por mentar tu nombre, ahora que estos cabronazos de El Jueves (yeyés de mierda, que diría el filósofo) te han zurrado la badana tan inmerecidamente, choteándose de ti con un VÍDEO que han COLGADO EN SU WEB.

Tú, adalid de la rebeldía ochentera, Rey del Pollo Frito, pero rey al fin y al cabo que es lo que cuenta; tú que hiciste grande el rock urbano y además en cristiano, que es lo chungo, y que le den por saco a The Clash y compañía, que no había dIOS que los entendiera cantando en extranjero.

Tú, cuya palabra era maná de sabiduría en las mejores y más profundas tertulias de la televisión de este país, como la que nos enriquecía cultural y espiritualmente cada noche en Crónicas Marcianas, ¿y qué si gastas en cremas lo que otros no pueden en comida, o si tu cirujano de estética se limpia el culo con billetes de quinientos desde que tú eres su cliente, aunque sin duda lo niegues en un alarde de modestia para no hacernos sentir mal a los narigones que en el mundo somos legión?

Tú, porque te has enrocado en la SGAE, dedicando tu tiempo y tu talento a defender que la música debe costar dinero, y además mucho, te critican por los rincones los majaderos de la cultura libre, sin entender que sólo intentas vaciar los bolsillos de la muchachada para que no les queden perras para vicios y sigan así el camino de la virtud.

Tú, que no has dudado en medirle la cara con tus nudillos a algún periodista tocapelotas, en defensa de tu honor como los caballeros de verdad, porque algunos sólo aprenden a pescozones que hay cosas que no se preguntan, y porque un correctivo de jarabe de palo a tiempo no viene mal a nadie y evita muchas confusiones y, sobre todo, innecesarias pérdidas de tiempo conversando.

Tú, oh tú, ahora eres blanco de graciosillos de medio pelo (también fuiste blanco, aunque te pusieran morado a pedradas, en el Viña Rock. Pero eso ya está olvidado, que rencoroso no eres) que disfrazan de humor lo que no es otra cosa que ignorancia, condenándote a la burla a la que una vez son siempre sometidos los jenios de tu talla.

Yo entiendo que seas como eres.

Aclaración para los amables señores que, a sueldo de Don José Ramón Julio, se dice que peinan la red buscando, con ánimo de meterles mano (en la cartera), a los malandrines desocupados que le tocan los huevos al Sr. Martínez Márquez: Ni sé lo que es la ironía, ni el doble sentido, ni la sátira ni nada que se le parezca. Yo sólo sé hablar desde el corazón.

Réquiem





Vivo en Águilas, un precioso pueblo murciano que limita con Almería por la costa. Durante años, el motor de la economía local fueron la agricultura y la pesca, y las tardes de mi niñez parecían escritas por un guionista de Verano Azul. Conforme transcurrían los años 80, y probablemente imbuidos por el cine patrio que 20 años antes había llenado nuestras salas de señoras estupendas de la lejana Europa, las mentes preclaras de nuestra Casa Consistorial entendieron tarde y mal que el turismo podría ser una fuente de ingresos, y desde entonces los aguileños hemos vivido en tierra de nadie, sin saber si queríamos ser Ibiza o Benidorm, cuando sólo teníamos que ser nosotros.

Estos últimos años, como en muchos otros lugares de España, el ahora denostado ladrillo sembraba sin discreción y a discreción nuestras calles de huevos de oro, hasta que la gallina ha decidido emigrar a otro corral. Personalmente siento vértigo al contemplar la verdadera riqueza de un pueblo esquilmada, al ver cómo nuestras señas de identidad han sido lapidadas con el beneplácito de unos ciudadanos casi tan analfabetos como sus gobernantes, unos paisanos que sin saberlo, sin querer saberlo, asistían a un entierro vestidos con traje de cocktail. Hoy, tras la fiesta, llega la resaca, aunque esta borrachera de avaricia duele más en el corazón que en la cabeza.

La Isla del Fraile se encuentra a unos dos kilómetros de la población, con acceso mediante un sendero que transcurre sobre la línea de costa, en una zona paradisíaca y escoltada desde tierra por la Playa Amarilla, una cala virgen de arena finísima y aguas de una pureza casi única en el levante español. Hace ya unos años y habiendo sido elegido alcalde un empresario local, cabeza de lista de un partido independiente y propietario de unas tierras que lindan con la playa mencionada, se procedió a la recalificación de dichos terrenos tras pacto político con el Partido Popular. Con el paso del tiempo, el número uno del P.P. en Águilas acabó en la Alcaldía (y ahí continúa, democráticamente respaldado por sus conciudadanos y toreando imputaciones de cuando en cuando) y las tierras fueron vendidas a un grupo inmobiliario asturiano que empezó a construir en este enclave un resort de lujo. Desconozco las condiciones urbanísticas de los terrenos, no he estudiado el plan parcial ni hecho un análisis sobre si éste se está llevando a cabo de forma regular, pero todos esos detalles se antojan menores cuando ves cómo alguien entierra tus recuerdos robándoselos a tus hijos, sepultando un patrimonio natural que no se entiende en términos económicos.

La asociación aguileña Águilas Natura ha denunciado la tropelía medioambiental que se está cometiendo en la zona. Podéis creerme si os digo que, en un pueblo como éste, levantar la voz y dar la cara de esta manera es todo un ejercicio de coherencia y valentía. Este post sólo es un aplauso sincero hacia Águilas Natura por su iniciativa.