Vintage

Junto a La Pandilla Basura, el coleccionable "Súper monstruos" de Milano arrasaba en los recreos de las escuelas a finales de los ochenta. Confieso que en aquel entonces habría dado cualquier cosa por abrir mi sobre y encontrar dentro a Tigorr. Pero lo cierto es que, hasta hoy, sólo le había visto el careto una vez, en la mano de aquel niño que lo paseaba miserablemente orgulloso por el patio de nuestro colegio público, con esa mirada de "Yo lo tengo. Tú no" que traspasaba el alma de aquellos que osábamos ensuciar su naipe con nuestra ilusión. No he vuelto a saber nada de aquel pequeño cabrón, aunque sus ojos aparecen demasiado a menudo en las portadas de los periódicos y los telediarios.

Creo que fue entonces cuando aprendí que, sin comerlo ni beberlo, en esta vida hay gente a la que le toca el Tigorr y gente a la que no.


Nota: En Greenshines podéis encontrar las imágenes con mejor resolución. Por los comentarios se puede deducir que la Generación X, además de ser ya algo viejunos, no vamos sobrados de memoria. Y que lo de Sonic Youth, El guardián entre el centeno o Winona Ryder son una milonga. El nexo de la GX es el Tigorr de los cojones.

Volverán las oscuras golondrinas

Hace unos días, Galina y Lajos comentaban en su blog, un batiburrillo sobre lo divino y lo humano que cultivan al alimón, el cambio de la tendencia migratoria de esos animalillos de temporada, el viâtor aestâtis*. Y es que todos los informes, oficiales y oficiosos, coinciden en que Spain ya no es tan different y los turistas empiezan a darse cuenta.

En los 60´s y 70´s, un tourerou, una gitana vestida de faralaes, miles y soleados kilómetros de playas naturales y el tinto en porrón, hacían de nosotros y nuestro país un destino exótico, un imán para las gentes civilizadas de allende los Pirineos. Los europeos no venían a España por este o aquel monumento, por nuestros museos o nuestra oferta cultural: venían porque éramos diferentes. Y baratos. Y ahora hemos dejado de ser ambas cosas. Estos últimos años imitamos pésimamente lo que se hace (desde hace más tiempo y mejor que nosotros) en otros países, los putos resorts y hoteles con SPA aparecen como champiñones, de un día para otro, y con especial querencia en zonas protegidas (tampoco en esto somos originales, que lo inventaron al otro lado del charco) y, para colmo, somos más caros que la sangre. Nos hemos equivocado en la oferta, no hemos entendido que un alemán sólo quiere tomar el sol hasta abrasarse y un chiringuito en el que tomarse una cerveza fresquita, frente a una ración de sardinas, porque eso es precisamente lo que no puede tener en su país, y que quiere hacerlo en un lugar con buenas condiciones de seguridad, sanidad y con alternativas de ocio y cultura (y hasta aquí, nadie ha dicho que esté contra los buenos hoteles y restaurantes). El dinero que deberíamos haber empleado en la mejora de los servicios lo hemos emparedado, literalmente, y cuando hemos empezado a venderle al guiri lo que ya tenía, sencillamente ha dejado de interesarle. Y como somos tan asombrosamente estúpidos, no hemos previsto que esto ocurriría, o sí, pero hemos mirado hacia otro lado. Y como tampoco hemos desarrollado otras alternativas en cuanto a turismo (el rural es como el jugador promesa de los juveniles y que no acaba de jugar en el primer equipo, y el cultural es que ni va convocado), la gallina de los huevos de oro apenas va sirviendo ya para hacer un caldo, pero de los que cuecen y no enriquecen.

*Nota: traducción más que libre, libérrima, de "turista".