Proa al Castillo de Águilas


He salido a conectar el ordenador (a mi casa aún no ha llegado esto del Internet, y mira que lo intenta. Acabaré atrancando puertas y ventanas rollo peli de George A. Romero) y he pillado señal junto a un centro comercial que hay sólo a unos minutos a pie. Como me parecía patético sentarme en la puerta, con un cigarro entre los labios y el portátil sobre mis rodillas a lo Indigente 2.0, he tirado del Google Reader, me he bajado vuestros blogs, y he vuelto a casa, que andar a las cuatro y media de la madrugada con un ordenador por determinados barrios sólo puede traerme problemas.


Las cosas han cambiado por aquí y he dejado de perseguir dragones, al menos de momento. Me he envainado los labios y las espadas, que hacen mala junta con el salitre, y reparto mis ratos del campo a la mar, con la certeza de que volverán los malos tiempos, y con la alegría de saberlos aún lejanos e inofensivos. Igual en unos días vuelvo a escribir, que las ideas me siguen bullendo en la cabeza. Lo que pasa es que ahora no me importa que lo hagan, ni me importa que no me importe.


Feliz verano a todos.