Lost & found

Hasta hace relativamente poco, era imposible que pudieran filtrarse un disco o una película antes de su presentación oficial. Ahora que las cosas de lo audiovisual han pasado de ocupar el espacio físico a apretujarse en memorias flash o dispositivos USB, hasta límites que habrían puesto los pelos como escarpias al mismísimo Sport Billy, colmo de la compresión ochentera, las primicias duran lo que un ayudante de eléctricos en desenfundar su IPhone a la hora del picoteo. Lost, a puntito de estrenar su sexta temporada, tampoco ha podido escapar a esta moda y su primer capítulo ya está en la Red. Eludo incluir el enlace en este post para no aguar la sorpresa a los losties que ya han pedido libre el próximo 2 de febrero para ir a algún entierro, aunque tras su visionado (lo confieso, yo no he podido aguantar) adelanto algo de su trama: los distintos personajes principales que iban en el avión al principio de la serie (todos, y digo todos) aparecen realizando distintas tareas de su quehacer diario, sin conexión aparente entre ellos, excepto porque una mirada los observa de manera omnipresente: la mirada de John Locke. Poco después, cada uno de ellos recibe una carta con una secuencia numérica que ya conocemos, secuencia que ninguno echa en cuenta y que acaba en la papelera en todos los casos, aunque en uno de ellos acaba siendo rescatada por la mano de un niño, que la mira con familiaridad y, sonriendo, suelta un "lo sabía" en voz baja: es Walt. Tampoco voy a seguir destripando el capítulo, que luego to se sabe, aunque adelantaré que Claire... no, no adelantaré nada.


Imagen tomada prestada de aquí.

Somos la mierda cantante y danzante del mundo

Dejé de ser de izquierdas unas horas después de darme cuenta de que ya no me ponía Ana Belén, aunque con el tiempo comprendiera que el verdadero detonante de mi decisión fue el primer disco de Ismael Serrano. Pensé entonces en hacerme de derechas, pero me dio un poco de pereza imaginarme todo el rato diciéndole a los demás que era "de centro moderado" al tiempo que me miraba las puntas de los zapatos, así que al final me dí una tregua para politizarme bien politizado. Oteé allende los mares, engatusado por las palabras demócrata y republicano, pero pronto advertí que había apuntado mal a la vista de los presidentes que elegían libremente los ciudadanos del país más libre del mundo (que por libertad no sea). Igualmente fracasé cuando, en mi quimérico intento por ubicarme, busqué en países gobernados bajo un régimen comunista y me imaginé viviendo en cualquiera de ellos, encontrando que tampoco es que me sintiera de lo más cómodo con la idea de aderezar cada día las lentejas con miseria y represión. Así proseguí, barajando posibilidades en mi mercenario y estéril recorrido, a la deriva ideológica y abandonado a la desesperación, y así he navegado estos últimos años... hasta esta noche.

Tyler Durden
se ha sentado junto a mi cama, justo cuando empezaba a coger el sueño, me ha pasado el portátil y me ha dicho que escribiera algo ligero sobre política, que colara este enlace de manera subliminal, y que cuando volviera del baño seguiríamos hablando.

Acaba de tirar de la cadena.

Me haré el dormido.

Más suerte

Estoy seguro de que hay maneras mejores para celebrar la entrada del nuevo año que quedarse escuchando a Second, tumbado en el sofá y escondido bajo una manta, esperando a que cada uno de los demonios que ahora bailan en la oscuridad de mi comedor se decidan a salir a tomar una copa antes de que me atreva a abrir los ojos de nuevo. Estoy completamente seguro de que, pase lo que pase, mañana volverán, resacosos hijos de puta, a ocupar el sitio que les corresponde en esta casa, que ya es tan suya como mía. Sea como sea, esta noche disfrutaré de mi eclipse de Luna Azul de la única forma que sé, de la única que puedo permitirme antes de que se me olvide lo que soy. Lo que de verdad soy, aunque mañana vaya a negarlo.

Feliz año nuevo, dondequiera que estés.