Iba a escribir algo...


Pero un piquete me ha puesto silicona en la tapa del portátil. He intentado convencerlo de que aunque lo de escribir tontunas aquí es un curro, no es un trabajo. Al final he decidido irme a tomar un café en cuanto he visto que sacaba las instrucciones del bate de béisbol. Ni cuando he esgrimido la cartilla del paro se ha dado por vencido. Esquirol y encima sumergido me llamaba.

Imagen: Homo piquetensis explicándole a un dinosaurio que hoy no hay oficina.

Orgullo patrio

Parte 1:




Parte 2:

Arcade fire


The suburbs
es el nuevo disco de Arcade fire, el tercero tras el sublime debut con Funeral (2004) y el épico Neon Bible (2007). Esta muchomásqueuna banda de rock independiente se ha convertido para muchos (entre los que me encuentro), y con sólo tres discos editados, en el grupo más grande de lo que llevamos de siglo. No es mi intención sepultaros con datos sobre la discografía y biografía de Arcade fire, ni tampoco podría desmenuzar aquí sus canciones con la atención que se merecen; lo primero, porque San Google lo hace mucho mejor que yo, y lo segundo, porque sería labor imposible sin verme emparedado entre la falta de espacio y la devoción que profeso hacia la música de la banda canadiense.

Lo que quería contaros es que, como parte de la promoción de The suburbs, Arcade fire ha lanzado un videoclip (creo que no es la palabra exacta. No, no lo es) que podéis ver (no, ésta tampoco es la palabra) aquí y que es, dejando de lado el apartado técnico, una verdadera joya en cuanto a originalidad y estética.


Esta creación audiovisual interactiva (je) está escrita en HTML5, la evolución del HTML de toda la vida (ya sabéis, lo del
Ver/Código fuente), y constituye un ejemplo de lo que debe ser una banda que está un paso por delante de las demás. Y hasta aquí puedo leer, porque los regalos son más bonitos cuando no se sabe lo que hay dentro de la caja.

De aquellos polvos...


¿Un 30%? Mira que te lo dije. Esto va a ser una mierda, mejor hacemos lo que hasta ahora, que nos va muy bien con lo de poner el cazo y mirar para Cuenca. Pero no, tenías que ponerte bravo... Joder, putos novatos ¡Pero si ni siquiera tienes barba! ¿No habíamos quedado en esperar a después del verano para que te la dejaras crecer? Al menos con el otro formábamos un dúo gracioso. Los Pulga y Linterna de las pancartas:

-"¿Cómo está la maniiiiii?
-"Abarrotáaaaaa" contestaban todos.

Y ahora míranos. Ni un 30%, y eso que los datos son nuestros. He seguido el manual al pie de la letra: parar el metro en las capitales, montar un par de buenos atascos en la entrada de las ciudades, mandar a nuestros muchachos a las estaciones de tren y autobús a explicarles por las buenas a esos malditos esquiroles que hoy no se trabaja, mandar a nuestros muchachos a las estaciones de tren y autobús a explicarles de otra manera a esos malditos esquiroles que hoy no se trabaja... Hasta hemos hecho un vídeo con el Chikilicuatre mentando a los bancos, a los empresarios y hasta al mismísimo Don Manuel. Ni el 30%, joder.

Espera... ¿no habrás contado a los parados, no?

Mierda.

Madrid, 29 de septiembre de 2010.


Imagen*

Julio de la Rosa



Recuerdo que aquel verano nos fumábamos las últimas tardes del siglo XX en el garaje de Raquel, entre ensayo y ensayo. Un cuarto de seis metros cuadrados en el que aún deben retumbar canciones que nunca entraron en el disco, un par de cervezas y un cacho de césped en el que dar tregua a yunque, martillo y estribo era todo lo que necesitábamos. Luego, de vuelta a casa en el coche de Josele, sonaba El hombre burbuja y todos nos mirábamos sin hablar. Sonreíamos.

Julio de la Rosa es, en una opinión tan personal como emocionalmente vinculada, uno de los mejores autores de la historia reciente del pop en castellano, casi a la altura de nombres como el de Fernando Alfaro, Antonio Luque o Manolo Martínez. Durante su etapa en El hombre burbuja, aún lejos de la madurez compositiva que de la Rosa exhibe en sus discos en solitario, su pop espeso, honesto y agridulce nunca fue pasto de radiofórmulas, quizá por su tan evidente influencia del Olimpo indie (Pavement, Sonic Youth, Pixies...) y por la poca atención que desde las grandes discográficas se prestaba por aquel entonces a un movimiento musical que ya aglutinaba a miles de personas en los estivales festivales, quizá por todos los problemas contractuales con su(s) compañía(s) que lastraron la trayectoria comercial del grupo desde el principio.

El caso es que El hombre burbuja contaba como virtud un sonido propio, donde no era complicado identificar un estilo marcado por unas líneas de bajo contundentes que serpentean a lo largo de cada tema, sucios arreglos de guitarra que arrastran su regusto a válvulas de estrofa en estrofa con riffs pretendidamente vintages, guiños in crescendo (por suerte, no in abusando) a la electrónica y el hip hop con la inclusión de scratches y alguna base a lo old school, y letras que juegan a ser irónicas y no acaban de marcar con claridad la línea que separa el desaliento del optimismo más claustrofóbico. En cualquier caso, un grupo en evolución que mostraba en los medios tiempos su mejor versión y hacían marca de la casa su eclecticismo y actitud.

Unos años después, Julio de la Rosa debuta con M.O.S. (2004), primero de los tres discos de su producción en solitario, donde su faceta de letrista alcanza sus cotas más altas hasta el momento. Desde entonces, y sobre todo en su segundo disco (Las leyes del equilibrio, 2005), sus trabajos se amparan en la belleza sin concesiones y en un lirismo cercano a lo poético, con ambientes oscuros, prostibularios, y que en su tercer disco (El espectador, 2008) recuerdan por momentos a un Tom Waits arrabalero y pertrechado, casi cosido, a un acordeón omnipresente.

Julio de la Rosa ha publicado, además, dos libros disponibles en .pdf para descarga gratuita: Tanto rojo bajo los párpados y Diez años foca en un circo.

Toda esta parrafada es para decir que está a punto de sacar su cuarto disco, La herida universal, en el que se incluye la canción del vídeo que encabeza este post.