30 de noviembre de 2010



Debo llevar casi dos horas andando. Vivo en un pueblo, uno de esos que huelen a mar cuando regresas después de un largo viaje, pero que apesta a óxido cuando sabes que llevas en él demasiado tiempo. No he visto a nadie en toda la noche, y me cuesta controlar los tiritones con este frío que se te va soldando poco a poco a los huesos. Mi cuerpo titila al son de Antony And The Johnsons, baila bajo el cortavientos al compás de un gigante que parece cantar desangrándose, y su voz tibia derramándose en mis oídos es, ahora, lo único que me mantiene vivo. Llevo puesta mi ropa de montaña, creo que porque me hace sentir seguro, porque de alguna manera sigue oliendo a novecientos kilómetros de soledad, porque nada puede hacerme daño debajo de mi disfraz de voy-a-empezar-de-nuevo (otra-vez-de-nuevo). Sigue lloviendo, como todo el día, aunque ya ha dejado de importarme. A veces, simplemente, es así. Las cosas ya no importan, y yo camino durante horas en mitad de la noche hasta que encuentro un motivo para volver a casa antes del alba. Un libro con olor a cerezas, por ejemplo.

4:42 a.m. Me pregunto qué estáis haciendo ahora todos vosotros.

The International - Dinero en la sombra


De tanto hablar de rescates se nos va a olvidar quiénes son los secuestradores.

Decoración de interiores


Me ha dado por trastear las tripas del blog, y como todo lo que toco se rompe, ya no he sabido armarlo como estaba. Ahora me parece que queda todo más claro, aunque en un alarde de actitud democrática y, sobre todo, porque ya me duele la quijotera de darle vueltas a los muebles, he decidido colocar una encuesta a la derecha de estas líneas para ver qué os parece a vosotros. Sírvanse pues de entrar, mirar, tocar cuanto quieran y votar una de las opciones. Queda algo de cerveza en la nevera y hay panchitos en el armario, por si gustan de tomar un piscolabis mientras se deciden. Yo, por ahora, me limitaré a mirar la imagen que encabeza este post y que, sinceramente, es lo que más me gusta de todo lo que he colgado hasta ahora, textos incluidos. Por cierto, no es mía.

Editado: Según el resultado de la encuesta, 64% Mejor que antes, 10% Peor que antes, 10% Me es indiferente y 14% Sigue siendo una mierdaca. Sí, tiquismiquis, lo sé, falta un 2%.

La política que no vemos

Fotografía de Bernardo Corral


Va para algo más de lustro y medio que alumbré este blog, tintado desde su esencia de una clara vocación de denuncia social y política, y aderezada la sopa binaria resultante con una pizca de inquina de las de denominación de origen. Con el paso de los días, y dándome de bruces por enésima vez con la certeza de que yo no soy de vocaciones, acabé desviando sus pasos y los míos hacia lo personal, una vez el hastío y el aburrimiento de la res pública hicieron presa en mí. La política y (o por) los que se sirven de ella dejaron de interesarme, los titulares se repetían como un mantra en las portadas de los periódicos y se volvió, de previsible, cansino, el juego de bajar el volumen al televisor simulando ser yo el que hablaba por boca de nuestros honorabilisísimos representantes sin temor a errar lo que éstos decían. Después fue incluso peor, cuando ya no alcancé a destilar gilipolleces en grado tal que, más que propias de licenciados en el noble arte de la oratoria, parecían éstas inherentes a micos o periodistas deportivos, que no se diferencian sino en el porte de una pulsera Power balance que ayuda a situar a los segundos debajo de los primeros en la escala evolutiva. Pero anoche, naciendo la madrugada, todo cambió. Dicen que hay vientos que acaban llevándose en volandas el buen juicio de las personas, de las que aún lo tengan, tuvieran o tuviesen, así que no estoy seguro de si la ciclogénesis explosiva que estrena la temporada otoño-invierno ha acabado por aflojarme el tornillo que me quedaba y no vi lo que vi ni escuché lo que escuché. En cualquier caso me fui a la cama pensando que, por primera vez desde hacía mucho, demasiado tiempo, un político había conseguido avivar mi atención, mi interés por su trabajo, y me acosté con la sensación de que no me habían contado un cuento de buenas noches.

Estoy hablando de la entrevista a Jesús Eguiguren en el programa Salvados.