Así comenzaba la narración radiofónica que, sobre el texto original de H. G. Wells, estremeció a Estados Unidos hace ahora 70 años y 4 días. El 30 de octubre de 1938, el cineasta norteamericano Orson Welles retransmitió una adaptación de la novela La guerra de los mundos tras tomar la palabra de un locutor de la CBS, y millones de estadounidenses creyeron, presas del pánico, que los extraterrestres invadían nuestro planeta. Mucho antes de terminar el programa, en todo el territorio de EEUU había personas rezando, llorando y huyendo frenéticamente para no encontrar la muerte a manos de los alienígenas. Algunos corrieron en busca de seres queridos, otros telefonearon para despedirse o alertar a los amigos, informaron a sus vecinos, buscaron respuestas en las redacciones de los periódicos y las emisoras de radio, o avisaron a las ambulancias y coches de patrulla de policía. Por lo menos seis millones de personas oyeron la emisión y se calcula que más de un millón de ellas reaccionaron alarmadas.
Podéis encontrar más información en la wikipedia, e incluso descargaros el archivo original de audio, recreaciones en castellano (recomendado) o los guiones del programa de radio si buscáis un poco.
El caso es que he querido que esta efeméride me sirviera, al hilo de uno de los comentarios que un amable lector ha dejado en mi post anterior (en el que incluso me otorga el honor de convertirme en "colega" de Leguineche. Eso es un lector bueno. Spammer, pero bueno), para hablar de la radio. Ego confeso: adoro la radio. La radio es a la tele lo que los libros a las pelis, o lo que el erotismo al porno. Es imaginación, cercanía, complicidad... He pasado años literalmente enganchado a La Rosa de los Vientos (D.e.P., MAESTRO Cebrián), Si amanece nos vamos o A cielo abierto, paseando mi infidelidad radiofónica por el dial y aprendiendo que hay otras maneras de hacer periodismo de información y entretenimiento más allá de los talibanes mañaneros de la diestra y la siniestra y de las pestilentes radiofórmulas. Esta entrada no es otra cosa que un homenaje de agradecimiento a aquellos que me han acompañado en tantas horas de vigilia, además de un abrazo solidario al equipo de La noche menos pensada. En este país, en cuanto se te ocurre pensar por ti mismo, te arrean un garrotazo.
8 comentarios:
Yo sin la radio no podría vivir. No veo jamás la tele. Veo series pero las que yo elijo, y ni siquiera tenemos en casa los aparatos sintonizados.
Sólo escucho radio nacional de España porque no tiene publicidad. Si tuviera publicidad no la escucharía.
Las noches que paso medio en vela o en vela completa por temas laborales, la tengo puesta pero no soporto los programas que han surgido con la nueva programación. No soporto a esa locutora, Silvia, que trata a sus oyentes como si fueran imbéciles y mucho menos al cretino desaforado que la acompaña y que tortura a la gente después él solo hasta que aquí ya ha amanecido. El resto de la programación de esa casa me encanta, salvo los deportes que son iguales en todas partes por lo chabacanos, y no me pierdo nunca si puedo a Toni Garrido y a todo lo que le sigue, ni a Lucas por las mañanas. Se salva, eso sí, la noche de los domingos con la Transversal.
Pero en general bien.
Gracias J por la entrada en este blog y también en el nuestro. Cuando la injusticia duele, te lleva a hacer cosas que nunca te habías planteado. Este ha sido mi caso, que nunca había visto un blog en mi vida y, ante la desaparición de La Noche Menos Pensada, me estoy convirtiendo en un experto.
Disculpa si fuimos bruscos al dejar spam, pero la necesidad de que nos devuelvan lo nuestro nos ha llevado a hacer un recorrido por ahí por donde nos podáis ayudar.
No quiero repetir la dirección del blog puesto que quien esté interesado sabrá cómo encontrarlo.
Un saludo y a seguir con el buen trabajo de este interesante y solidario blog.
Magnífico blog, te felicito por ello.
Un saludo.
Me gustaría escuchar algún día la narración de Orson Welles y ver si es verdad que parecía que realmente estaba ocurriendo todo aquéllo, o si es que la gente de entonces estaba poco preparada picológicamente para la ciencia-ficción. Como si los que quedaron fascinados con el primer King Kong pudieran ver el actual y rasgarse las vestiduras ante tal realismo.
Me gusta tu blog.
La radio como medio tiene algo de mágico, siempre lo he pensado. Ya no por el proceso físico en sí, que no es que tenga ningún misterio… lo digo por las posibilidades de su lenguaje. La famosa emisión de La guerra de los mundos es prueba de ello: a través de simples recursos periodísticos, habituales del género informativo y aplicados a una ficción, Welles provocó el pánico y el caos absoluto como comentabas (incluso dicen que suicidios).
Has hecho un bonito homenaje a la radio, la radio es mágica: la voz, la música, los silencios, los efectos de sonido… Todo cuenta. En una asignatura nos decían una palabra y teníamos que “fabricar” un sonido que la definiera… y no lo clásico de la lluvia y los caballos al galope, no… eran cosas chungas… pero en la práctica era genial… todo lo que rodea a la radio lo es.
Creo que le tenemos ese cariño porque muchas veces la escuchamos en momentos de intimidad, es decir, que a lo mejor estamos solos, de noche, calentitos en la cama, y con esa compañera que te da lo que quieres: entretenimiento, información, música, miedo (¿a quien no le cagan de miedo los programas esos con psicofonías?), te hace reír, incluso alucinar (yo alucino con las emisoras evangelistas, las canciones son totales…)
Sus posibilidades son infinitas, así como las imágenes que crean en la mente-oyente. Bueno, ya sabes como se escucha tu voz en un estudio de sonido, es como si estuvieras en una burbuja, aislado del mundo… y eso también lo hace todo como más especial, no sé cómo explicarlo.
Se agradece ver el cariño que despierta este medio, y la fidelidad que existe a ciertos programas. Ya te lo conté alguna vez, pero siempre he querido ser como Chris Stevens, el locutor bohemio de la serie Doctor en Alaska, leyendo fragmentos de libros y pinchando la música que a él le rotaba, emitiendo para un pequeño pueblo perdido entre las montañas. Viajando donde las ondas te lleven…
Estoy esperando otro post como este. Genial!!!
Mi recuerdo más entrañable en relación con la radio era cuando, no contando con más de cinco años, mi madre me dejaba en casa de la vecina que trabajaba en su casa haciendo fusibles para los televisores y que escuchaba la radio. Yo me sentaba con ella y con ella escuchaba la radio. Las melodías del programa de Elena Francis y de la novela radiofónica Lucecita han quedado impresas en mi mente junto al olor del café recién hecho.
Un beso.
Llevo un buen rato dando un paseo por tu blog, me ha gustado todo en general, pero esta entrada es genial.
Yo puedo decirte que la radio es media vida para mí, incluso me acuesto con ella puesta, pero no pongo música, que también me gusta, prefiero escuchar un buen programa, o no tan bueno...
Mira hace años fui radioaficionada, me encantaba eso de conocer gente a través de mi emisora, solo que con esto del Internet se ha muerto es tema, pero aún consevo todo, mis antenas..
He pensado incluso en volver a ponerlo a funcionar.
Bueno no me enrollo más, solo quería dejarte mi saludo.
Volveré a visitarte y pasarme un rato tan agradable como este.
Saludos desde Asturias
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