El disputado boto del Señor Cayo
Publicado por J. en 3/22/2008 02:27:00 p. m.
A falta de algo mejor que hacer, como ya viene siendo tónica habitual en estos últimos tiempos, reflexionaba anoche mientras paseaba bajo una Luna preciosa sobre esta maravilla que hemos tenido a bien llamar democracia. Son muy pocos los que defienden el sistema democrático como perfecto, si bien son muchos los que recurren al manido "menos malo de los sistemas" a la hora de encontrar un calificativo más apropiado. La democracia nos iguala a todos, y el voto de un analfabeto es tan válido como el de cualquier decano de cualquier facultad, el de un miserable cuenta lo mismo que el del hombre honesto y la papeleta depositada por unas manos sucias resulta impoluta al depositarse en la urna. Cuando se le otorga al pueblo la posibilidad de elegir sobre su destino, el resultado es que acaba enviando a Eurovisión a una caricatura de cantante, nombra a una actriz porno diputada en el parlamento italiano o elige a Gran Hermano como el mejor programa televisivo del año. Me pregunto qué pasaría si en las grandes empresas se pudiera decidir quiénes son los componentes del consejo de administración por votación popular entre sus trabajadores. Sin duda, habría quien optaría por Fulanito por su bonita sonrisa o porque ha prometido un aumento de 400 euros en las nóminas, o por Menganita porque sus nuevos pechos siliconados le sientan estupendamente y te alegran la vista cada mañana a la hora del café. ¿Os imagináis que los directivos de Repsol YPF, Microsoft o el BSCH fueran elegidos según estos "meritorios" atributos? ¿Qué sería de las empresas y, por ende, de sus trabajadores? En mi opinión, en un mundo civilizado, el gobierno de un país debería gestionarse como el consejo de administración de una empresa, con sus distintos departamentos/ministerios, y lo más importante, con dirigentes cualificados para el puesto que desempeñan. Lo complicado sería convertir el proceso de votación también en cualificado, pero eso es algo tan utópico como inconveniente para la clase gobernante. ¡Bendita democracia!
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