La embarazadísima (algo más de siete meses. Muchas felicidades) Carme Chacón inauguró ayer su nuevo cargo al frente del Ministerio de Defensa pasando revista a las tropas, acompañada de su predecesor en el puesto, José Antonio Alonso, y de los más altos cargos de las Fuerzas Armadas. Carme Chacón no es sólo la primera mujer titular de Defensa en España: lo es también en el mundo. Que una mujer joven esté al frente de la gestión de nuestros ejércitos tiene, sin duda, una lectura muy positiva. Sólo un cabestro deduciría que la elección de una mujer comandando el Ministerio de Defensa puede suponer un problema, al menos por su condición de mujer. Las Fuerzas Armadas, como el resto del tejido social, se renuevan y adaptan, aunque quizá por su naturaleza estricta y jerarquizada lo hacen de una manera más lenta. Por ello, en un mundo dominado por el hombre, el nombramiento de una mujer puede ser enormemente positivo: por el nuevo punto de vista que incorpora y porque significa un aire tan fresco como necesario.
Lo que es otro tema es si Carmen Chacón (o Carme, que ya no sé cómo llamarla) es la persona (no la mujer, ni el hombre: la persona) indicada para el puesto. De todos es conocido (ella misma lo ha afirmado en muchas ocasiones) que durante su liderazgo del PSC defendió ideas próximas al nacionalismo catalán, y sus tendencias republicanas tampoco son un secreto. Por supuesto, cada uno puede ser lo que le venga en gana: nacionalista, anarquista, fascista, comunista, monárquico... De lo que dudo es de que alguien cercano al nacionalismo catalán y con escaso apego a la monarquía pueda gritar "Capitán, mande firmes. Digan conmigo: ¡Viva España! ¡Viva el Rey!" con un mínimo de convencimiento y honestidad.
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