Álvaro Pombo es una de esas figuras intelectuales que se tornan imprescindibles en el devenir cultural de cualquier país que quiera llamarse civilizado: multipremiado (casi siempre justamente) en cuanto a su obra narrativa, el filósofo santanderino ha visto cómo su creación poética pasaba algo más desapercibida (casi siempre injustamente) para el público general. Anoche se dio la curiosa y feliz coincidencia de que, hallándome leyendo en mi sofá su novela "La fortuna de Matilda Turpin" (lo que confieso que me está costando un poco, porque la trama no acaba de atraparme sino por la manera en la que magistralmente está escrita), Jesús Quintero lo entrevistaba en su programa de Canal Sur. Álvaro Pombo y Quintero conversaron con la misma naturalidad con la que lo harían dos viejos amigos, muy lejos de esos diálogos teatralizados y fariseos que la mayoría de los programas televisivos nos escupen a discreción día sí, día también. Pombo, ocurrente como siempre, hablaba de manera brillante de su obra, de su persona y de esta sociedad en la que la casualidad nos abandonó un día para que hiciéramos uso del tan humano libre albedrío. Salpicaba, como en "La fortuna del Matilda Turpin", su conversación con expresiones en inglés, lo que me hizo sonreír y recordar la inclasificable película "Killer barbies" del inclasificable Jess Franco. Para aquellos a los que os guste leer, y además os guste hacerlo sobre el comportamiento social impuesto (muy al estilo del modernismo inglés), sobre lo metafísico de cada minúsculo gesto, sobre mundos interiores, conflictos sentimentales y relaciones personales, todo ello desde un punto de vista omnisciente y casi demiúrgico, os aconsejo "El metro de platino iridiado". Aviso de que la obra de Álvaro Pombo es exigente y de lectura nada fácil, pero al fin y al cabo eso es lo que ocurre con todas las cosas que merecen la pena en esta vida.
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